
De las muchas interpretaciones que los escritores han dado a la identidad del hombre americano, la novela "Pedro Páramo" de Juan Rulfo me ha dado la brutal desolación de un mundo sin esperanzas y sin posibilidades. El desencuentro domina esta historia que, de alguna manera, es la historia de todos los hombres y mujeres de América Latina, los mestizos que han sido olvidados por sus padres. De alguna manera, Pedro Páramo es una novela que nos muestra a un Telémaco degradado en la figura de Juan Preciado. El conocido mito de la telemaquía, es decir, la búsqueda del padre -en ese caso Ulises, el padre cariñoso y tierno que añora el hijo de Penélope en la Odisea- está aquí invertido. Fantasmas que buscan fantasmas en un espacio vacío y pérdido en la borrasca del desierto. Rulfo ha dado testimonio de ese mundo en sus fotografías, íntimas y lacerantes. Como en la Divina Comedia, aquí debemos abandonar toda esperanza al entrar a este infierno en donde ni siquiera nos espera la consideración del castigo, tampoco la opciónde unos cien años de soledad, puesto que en el mundo de Rulfo únicamente encontramos disolución y desengaño, un hombre mirando por toda la eternidad el camino que lleva al cementerio donde yace la mujer amada que nunca lo amó.