jueves, 17 de noviembre de 2005

“Los Coristas” o la educación que queremos


Para un ensayo de la Universidad vi un filme particularmente hermoso y emotivo, se trata de “Los Coristas” del director francés Christophe Barratier, obra de 2004 que estuvo a punto de ganar el Óscar a la Mejor Película Extranjera. Quiero destacar algunos aspectos relevantes, derivadas de esta película, que pueden ser útiles para interpretar nuestra tarea como educadores, incluso en situaciones extremas. De esa película les señalo elementos centrales que nos pueden orientar en nuestra práctica pedagógica:

a.- Observar el error como una oportunidad de reparación y reencuentro.
b.- Conocer íntimamente a nuestros alumnos desde lo personal.
c.- Realizar proyectos conjuntos profesor-alumno que colaboren en la formación de la identidad personal.
d.- Trabajar con nuestros alumnos con firmeza y rigor, y también, con cariño y respeto.

Son estas claves centrales –podríamos nombrar otras- las que rescato particularmente en estas líneas y que sintetizan, en gran parte, un estilo educativo que nos puede ayudar a construir la educación que queremos. ¿Cuál es la educación que necesitamos?

lunes, 14 de noviembre de 2005

Identidad y Poesía

Una vez le preguntaron a un eminente profesor de literatura para qué servía la poesía si, al final, son solo palabras al aire. Y él contestó, “para enamorarnos”. Simplemente eso, enamorarnos de la vida, disfrutar del mundo de las palabras. Pero hay algo más en eso. Lo que somos lo somos porque lo decimos o, de otra manera, lo que decimos es lo que somos. Me explico. No es que haya algo llamado lenguaje que está fuera de nosotros y lo vamos aprendiendo y después lo usamos para expresarnos, no, no es así. Somos lo que decimos. Si estás siempre hablando desde la pena, tú eres esa pena. Si desde la alegría, somos esa alegría. Te has fijado que en muchas ocasiones nos acercamos -o arrancamos- de las personas según si manera de hablar o escuchar. La poesía es como la música que llevamos dentro, somos nuestra poesía. Te invito a explorar tu ánimo a través de un portal de poesía que muestra diferentes formas de ser, te invito a leerlo y comentar. Cuando te sientas identificado con alguno, ¡ojo!, allí está tu música interior, la forma en que ves la vida, que es tuya y, por ser tuya, la puedes cambiar, transformar, desarrollar o, simplemente, disfrutar.

lunes, 7 de noviembre de 2005

Comentario de "El Ladrón de Bicicletas"


Un mundo sin opciones

“El Ladrón de Bicicletas” (1948), película de Vittorio de Sica, enmarcada en la corriente neorrealista del cine italiano de posguerra, es la historia de una tragedia. En lo central, la impotencia de un hombre ante las circunstancias de la vida que, a pesar de todos sus esfuerzos, termina hundido y, no solo en la miseria económica, y en el duro reconocimiento de su incapacidad para mantener a una familia, sino también, y sobre todo, en la pérdida total de su dignidad, puesto que ni siquiera, cuando ya ha perdido todas las opciones y decide romper con sus principios, es capaz de cumplir su cometido. Pero no nos apresuremos y veamos un poco más del mundo que nos ofrece De Sica.

El film nos sitúa en plena crisis de posguerra. La cesantía arrasa con los hogares italianos. Masas de hombres desesperados se amontonan ante las puertas de cualquier posibilidad de trabajo. Antonio Ricci es uno de ellos. La oportunidad aparece para él y todo lo que necesita es una bicicleta. Su tarea, pegar carteles en las calles de Roma, cargando un pote de pegamento y una escalera, pero no cuenta con la bicicleta, al menos no de forma inmediata, puesto que la entregó a la casa de empeño pública. Al volver a casa con la noticia, y con la esperanza, su esposa María actúa. Saca las sábanas de las camas y decide venderlas. A pesar de todas las necesidades, la angustia y la desolación – emoción que De Sica se preocupa de provocarnos a través de panorámicas de calles áridas, perdidas, llenas de miseria, y también con tomas de detalle que muestran los escasos muebles que ha sobrevivido a la venta, como náufragos navegando en medio de casas sucias y derruidas- el hogar de los Ricci aún conserva amor, unidad y dignidad. Allí está el bebé, arropado humildemente arriba de una mesa, allí está el pequeño Bruno (¿5, 6 años?), quien admira y ama a su padre y, entonces, aparece la oportunidad y el mundo se llena de ilusión, solo basta sacar la bicicleta y el todo tomará sentido volverán a comer de manera regular, volverán los días de fiesta y el compartir de una familia que está al borde a la disolución. La bicicleta significa la movilidad, el salir de un mundo a la deriva para entrar en la estabilidad, pasar de la incertidumbre a una realidad de esfuerzo sostenido, pero donde la vida es posible.

Y todo marcha. La Bicicleta es rescatada del empeño. Pero olvidan algo. En este mundo nada es gratuito. María quiere agradecer a la Santona, pitonisa de tercera categoría que predice obviedades y lucra de la superstición popular, el favor concedido por las fuerzas desconocidas que gobiernan el mundo. El agradecimiento no se concreta, un poco por el apuro de Antonio, un poco por la debilidad de María.

Primer día de trabajo. Todas las esperanzas están puestas en la bicicleta, sin ella no hay trabajo, sin trabajo no hay sustento, sin sustento no hay vida; en esta serie de cosas, la bicicleta viene a ser como la primera causa, la que permite la existencia. La exageración es irracional, pero concreta. Y, sin embargo, un descuido y la bicicleta es robada. Para Antonio el mundo se derrumba y él se derrumba ante nuestros ojos. Notables son los primeros planos de De Sica: Un Antonio de puños apretados, gira, irresoluto, vuelve sobre sus pasos, persigue al posible ladrón, la ha visto, pero se confunde, se pierde. Vivimos su perplejidad y rabia. Desolado vuelve a casa e inicia la búsqueda. Pide ayuda.

Un pariente, con ciertas conexiones en el bajo mundo, lo orienta hacia los mercados de reducidores de bicicletas. Muy temprano, Antonio parte en la búsqueda acompañado de su pequeño hijo Bruno, quien, en un papel conmovedor, está dispuesto a apoyar a su padre –su modelo, su guía- en toda circunstancia. Pero otra vez el mundo se muestra como algo ingobernable e incognoscible.

La búsqueda en el mercado es imposible. En primer lugar, el pariente que prometía y ofrecía confianza, en el fondo, no tiene el conocimiento ni el dominio de la situación, solo pretensiones de sabiduría. En segundo lugar, la multiplicidad es tan amplia, tan minuciosa – hay cientos de bicicletas iguales, similares, parecidas-, además descompuesta – la bicicleta ya no es un todo, fue desarmada- y, finalmente, deliberadamente oculta -¿estará pintada, el número de serie borrado? De hacer una lectura epistemológica de “El Ladrón de Bicicletas”, deberíamos señalar que De Sica es un escéptico: el conocimiento no es posible, puesto que no tenemos capacidad para predecir el futuro (el tío que no puede cumplir su promesa), puesto que nadie sabe qué pasará en el futuro (ni siquiera la Santona quien dice “yo solo veo lo que veo”, así, nada se puede afirmar); tampoco es posible hacer distinciones y, por si fuera poco, el “genio maligno” cartesiano campea, oculta, miente y transforma a su antojo.

De alguna manera, Antonio es el racionalista ingenuo que creo que el conocimiento es posible si se sabe buscar. Como si fuera un Kant lleno de urgencias, Antonio estima que podemos conocer si utilizamos las categorías apropiadas y sabemos donde buscar. Pero De Sica nos presenta la realidad de otra manera y se encarga de demostrarnos nuestro error. La secuencia de búsqueda en los mercados es impresionante, en los fundidos, en los paneos de cámara sobre cientos de repuestos de ruedas, bocinas, timbres, bombines, frenos, gomas, rayos, etc. Junto a la amenaza. Y allí está lo central. Están los otros, otros que pueden cambiar las circunstancias, otros que tienen más poder y capacidad de manipular y manipularnos.

Así la búsqueda se convierte en persecución, como era lógico en este mundo fragmentado e irracional que nos ofrece De Sica. Antonio atisba al ladrón de su bicicleta, lo persigue, sin darle alcance, pero tiene a mano a un posible cómplice a quien sigue y encara. Se trata de un pobre vejete miserable que salva su estómago en la misión de la iglesia, hasta donde Antonio, seguido de Bruno, quien no se le despega, llega a buscar la información que necesita. A forcejeos obtiene un dato, escaso y prácticamente inútil, de la localización del ladrón.

Padre e hijo hacen una pausa en este mundo de escepticismo vital. Antonio, en su desesperación, las emprendió contra su propio hijo, golpeándolo en parte por perder de vista al vejete, en parte por desahogo de su propia frustración y, sobre todo, porque necesita reencontrarse con alguien en este mundo de desamparos. Y así lo hacen. Comparten un modesto pan y vino junto a la mesa de los ricos. Por un momento la vida parece posible y Antonio le dice a Bruno, lleno de optimismo, “podemos hacer lo que se nos dé la gana porque somos hombres”. ¿Podemos?

Podemos o es solo enajenación. Parece que ni los poderosos pueden. Es notable la escena en la iglesia, donde lo único que queda es suplicar (¿una fórmula elaborada, nada más, de la superstición? ¿La Santona en versión superprime?). Recordemos la secuencia de Antonio persiguiendo al viejo por los pasillos del templo sucio y decadente, llegando a puertas clausuradas o bloqueadas por rumas de santos derruidos. El mensaje simbólico es evidente: no hay salvación, solo una esperanza infundada –aquello que solemos llamar fe- en que todo en algún momento, por obra de no sabemos quién y por intermediación de tampoco sabemos quién, aparecerá una esperanza.
De Sica tiene un cierto toque de crueldad, o masoquismo, o sadismo o, tenemos que admitirlo, una mirada realista del mundo; y la realidad suele ser cruel. La esperanza solo aparece para hundirnos aún más y mostrarnos lo patéticos que somos al creer que tenemos algún dominio del mundo. Y la esperanza efectivamente regresa. El ladrón es avistado por Antonio y creemos que, por fin, se hará justicia., por los menos para alguien. El ladrón, atrapado en su propio laberinto – el prostíbulo- , sufre (¿simula?), una vez en la calle, un ataque. Antonio pide, otra vez, ayuda, en esta ocasión interviene la justicia, un poder que quizá nos pueda orientar. Pero el sin sentido vuelve: “¿Tiene usted testigos que apoyen su testimonio? ¿Existe alguna prueba, fuera de su propia versión, acerca de la culpa de este individuo?” Le dice el policía a Antonio y a éste, sin opciones, solo que le queda la resignación y, desde luego, la rabia y el resentimiento. No tiene pruebas, tampoco poder para enfrentar a la multitud que protege al ladrón, ni un testimonio que pueda salvarlo.

Fracasada la búsqueda, y también la persecución, queda el retorno al azar y, por esa vía, a la superstición. Antonio y Bruno, perdidos en mundo de perdedores, van donde la Santona, quien tampoco tiene respuestas. Las opciones se agotan –“si no la encuentra hoy –dice la vidente- no la encontrará nunca”. La bicicleta está irremediablemente perdida y, por tanto, ahora ya no hay más qué hacer.

La pérdida nos lleva a la búsqueda, la búsqueda desesperada a la persecución y, fracasada la persecución, nos queda solo una cosa: la transgresión, ir más allá de nuestros límites, romper nuestros esquemas. En el clímax del film vemos a un Antonio, siempre junto a la inocente compañía de Bruno, diminuto Sancho Panza que acompaña a su padre, Quijote, mientras se adentra en la irracionalidad, decimos, vemos a Antonio, a este San Antonio, en su última tentación, el robo. Está allí, al alcance, la solución a todos los dramas. Una bicicleta disponible, fácil, ahora la multiplicidad puede jugar a su favor. Allí está la multitud que sale del partido que puede camuflar su ruptura con los valores que conocía. Pero, es atrapado en plena acción y el perseguidor se transforma en perseguido y, una vez cazado este “ladrón de bicicletas”, solo lo salva del castigo la mirada del hijo frente a los otros. “Debería darle vergüenza darle este ejemplo a su hijo”, le dicen a Antonio los captores y, acto seguido, lo liberan.

¿Qué queda finalmente? ¿Qué rescata De Sica del mundo? Solo eso, la relación humana, la inagotable búsqueda de los hombres por su subsistencia en una realidad hostil. De este pesimismo brutal, sustancial a toda vida humana, queda eso, la misma vida humana, las relaciones con nuestros seres queridos y la lucha por mantenernos juntos. De la inclemencia metafísica – no podemos conocer-, de la pérdida del valor en la transgresión –no podemos mantenernos ontológicamente inocentes; de la fe convertida en superstición o en administración burocrática de las creencias, tal como hace la Iglesia; de la convivencia humana, convertida en enajenación en la masa (veáse los fanáticos del fútbol), solo nos queda la compañía cercana, el lazo padre-hijo, un mito que se repite, Ulises y Telémaco, un hombre y un niño que van lentamente, caminando de la mano hacia un crepúsculo en una ciudad que, irónicamente, está atestada de bicicletas y, mientras todo va oscureciendo, en la pantalla aparece lentamente la palabra “fine”.

jueves, 27 de octubre de 2005

Gramática para la precisión


Para inventar nuestra vida, para relacionarnos con los demás, para pedir, prometer, reclamar, ofrecer, y tantas otras acciones, necesitamos del lenguaje. Esta necesidad traspasa todos los aspectos de lo que hacemos y queremos hacer. Sin embargo, está realidad tan importante -preocuparnos de nuestro lenguaje- no se refleja en la práctica como es debido. Necesitamos aprender a cuidar de nuestra expresión cotidiana. Hablamos de manera imprecisa, usamos fuertes coprolalias en todo tipo de situaciones, confundimos los tipos de oraciones, no utilizamos bien la estructura del idioma, dejamos nuestras oraciones a medias, suponiendo que es el otro el responsable de entendernos cuando, en verdad, nosotros somos los responsables de que nos entiendan.La gramática nos enseña a ser precisos en nuestra expresión y, también, a resolver las confusiones. Esta importante disciplina lingüística se vuelve cada vez más interesante y atractiva cuando nos provoca el esfuerzo de reflexionar y nos ayuda a emprender los caminos más complejos del conocimiento.Para empezar esta aventura, te invito a resolver los siguientes ejercicios de uso verbal del pretérito imperfecto, completando las breves historias que se indican a continuación:Visita a España,
Naufragio,
Problemas con la calefacción y
Descanso de los estudios. Cuando hayas concluido los ejercicios, envíame tu puntuación y comentarios en este mismo post del blog.

La Ciudad de los Césares



América no aparece cuando la descubre Colón. América comienza a existir cuando es inventada. Será mejor que me explique. Lo que Colón estaba haciendo era buscar una ruta para llegar a Oriente navegando hacia Occidente. Y cuando se encontró con esta tremenda masa de territorio –que por cierto nunca pudo apreciar del todo- creyó que había llegado a “Las Indias”, como llamaban a Oriente en esa época. Claro, después se dieron cuenta que era un continente completo y un mundo totalmente desconocido. ¿Qué significado darle a estas inmensidades que ni siquiera tenían nombre?
Un ensayista mexicano, Edmundo O’Gorman, escribe sobre este fenómeno y la denomina “La Invención de América”, puesto que nuestro continente comienza a existir cuando los europeos logran construir un significado para estas tierras desde su propio imaginario. Así, el Nuevo Mundo se llena de las utopías y sueños, infiernos y pesadillas, mitos y leyendas que habitaban en la cultura del Viejo Mundo y que, cruzando el océano, se instalaron en “Las Indias”. Con eso en mente, los conquistadores exploraron, construyeron, destruyeron, colonizaron, mataron y fueron muertos. Una de las más importantes leyendas surgidas durante en esa época, siglo XVI, es La Ciudad de los Césares. En ella se muestra un paradisíaco lugar patagónico donde se asentaba una ciudad fantástica, repleta de metales preciosos, construida de oro y plata. Sus habitantes, inmortales, poseían enormes riquezas, y sus tierras garantizaban abundancia y fertilidad. Exacto: el mito del Edén instalado en América. Existen estudios detallados de este maravilloso relato y novelas que han nacido al calor de su fascinación. La novela “La Ciudad de los Césares” de Manuel Rojas trata de Onaisín, un indio ona de Tierra del Fuego. Su vida, y la de su perro, transcurren plácidas hasta cuando aparece el hombre blanco en busca de la mítica ciudad. Esta novela, dedicada por el autor a sus hijos, fue publicada en 1936 y se aleja un tanto del estilo realista y existencial de Rojas, para entrar de lleno en la aventura ficticia. ¿Por qué esta necesidad de construir significados nuevos a las mismas historias? Tengo un par de ideas al respecto que me gustaría conversar contigo. Mándame tus comentarios.

jueves, 20 de octubre de 2005

El Hobbit o el aburrimiento como oportunidad


Quizás una de las narrativas más potentes y seductoras de todos los tiempos sea la creada por J.R.R. Tolkien. Se cuenta que el autor, profesor en Oxford, estaba corrigiendo exámenes y, para escapar del aburrimiento, escribió en una hoja suelta: “En un agujero bajo la tierra, vivía un hobbit...” y de allí comienza a construir una épica que se conserva en El Hobbit y que culmina con “El Señor de los Anillos”, aunque el tono narrativo y estilo de ambas obras es muy distinto.
La literatura de Tolkien tiene esa capacidad de llevarnos a mundos que nos sacan de lo vulgar y cotidiano, mundos con sus propias leyes, poblados de criaturas y seres extraordinarios, en los cuales los personajes se muevan con una naturalidad que nos hace verosímil el relato. Trasladarnos a otros mundos nos permite desarrollar la imaginación y, por su intermedio, construir nuestras propias vidas reales. No olvides que todo lo que existe es porque alguien lo imagino antes, desde la escritura hasta los transbordadores espaciales, pasando por las computadoras, las empresas, y por el nombre que te pusieron tus padres. Frecuentemente escucho un ánimo negativo en los niños y jóvenes expresado en: “me da lata”, “oh, qué aburrido”, “qué fome”. Y como si ese ánimo fuera, además, responsabilidad de otros, por ejemplo, los profesores. Siempre me ha llamado la atención el aburrimiento. Ante lo mismo –sea un libro, una actividad, etc.-, niños de la misma edad, del mismo curso incluso, uno se aburre y el otro lo pasa fantástico, queda fascinado para toda la vida. Conclusión: el aburrimiento es una emoción que vive en la persona que mira y no el objeto. En otras palabras, no es que el libro “sea” aburrido, soy yo quien no logró activar mi entusiasmo hacia el libro. Pero piensa, además, que incluso si te “lateas”, el aburrimiento también es un espacio para la creación, para explorar tu curiosidad y tu capacidad de asombro, así, no te sientas mal cuando te aburres, míralo como una oportunidad, si no, pregúntale a Tolkien. En este sentido, dame tu opinión personal acerca de “El Hobbit” y seguimos conversando.La literatura de Tolkien tiene esa capacidad de llevarnos a mundos que nos sacan de lo vulgar y cotidiano, mundos con sus propias leyes, poblados de criaturas y seres extraordinarios, en los cuales los personajes se muevan con una naturalidad que nos hace verosímil el relato. Trasladarnos a otros mundos nos permite desarrollar la imaginación y, por su intermedio, construir nuestras propias vidas reales. No olvides que todo lo que existe es porque alguien lo imagino antes, desde la escritura hasta los transbordadores espaciales, pasando por las computadoras, las empresas, y por el nombre que te pusieron tus padres. Frecuentemente escucho un ánimo negativo en los niños y jóvenes expresado en: “me da lata”, “oh, qué aburrido”, “qué fome”. Y como si ese ánimo fuera, además, responsabilidad de otros, por ejemplo, los profesores. Siempre me ha llamado la atención el aburrimiento. Ante lo mismo –sea un libro, una actividad, etc.-, niños de la misma edad, del mismo curso incluso, uno se aburre y el otro lo pasa fantástico, queda fascinado para toda la vida. Conclusión: el aburrimiento es una emoción que vive en la persona que mira y no el objeto. En otras palabras, no es que el libro “sea” aburrido, soy yo quien no logró activar mi entusiasmo hacia el libro. Pero piensa, además, que incluso si te “lateas”, el aburrimiento también es un espacio para la creación, para explorar tu curiosidad y tu capacidad de asombro, así, no te sientas mal cuando te aburres, míralo como una oportunidad, si no, pregúntale a Tolkien. En este sentido, dame tu opinión personal acerca de “El Hobbit” y seguimos conversando.

miércoles, 12 de octubre de 2005

Galeano cien veces


“¡Hasta cuando!”, actuar, hacer algo, reconocer nuestra situación, partir a cambiar el mundo. Al leer sus obras, hechas con ese estilo paradojal y sorprendente que lo caracteriza, parece que ya no hacen falta comentarios, solo la acción. Galeano rescata nuestra belleza, belleza que está en la gente latinoamericana, en su fuerza ante el dolor y la pérdida. Su prosa recupera el valor del lenguaje, nos invita a mirar la vida que hemos construido para nosotros y para nuestros descendientes, sin culpa, sí con responsabilidad y valentía. La literatura de este autor uruguayo es un profundo compromiso con los seres humanos, con los más humildes y despojados, al hacer la historia del “pillaje” que ha sufrido Latinoamérica, puesto que, siendo un continente rico, la mayoría vive en la pobreza. Literatura que condena el neoliberalismo y que apuesta por un socialismo real y concreto. Eduardo Galeano ha dicho que los pequeños del mundo tienen cada vez menos el derecho de ser niños. ''Los niños ricos están cada vez más condenados a ser tratados como si fueran dinero. Los niños pobres, cada vez más maltratados, como si fueran basura. Y los de en medio, cada vez más atados a la pata del televisor". La lectura de “100 relatos breves”, por ejemplo, te puede ayudar a recuperar tu infancia, como en el cuento “El mundo”, en el cual puedes averiguar qué clase de fuego eres y cuál te gustaría ser.

martes, 4 de octubre de 2005

Moliere, consecuente hasta al fin

Le dio “palos” a todo el mundo, a los hipócritas, a los cínicos, a los farsantes, a los que hoy en día llamaríamos “cuicos”, a los curas, a las mujeres vanidosas y superficiales, a la mediocridad de los empleados y, sobre todo, a los médicos y su arrogante ignorancia frente a la enfermedad. Molière escribió en pleno barroco francés, época de absolutismos y apariencias, y es considerado el máximo compositor de comedias en lengua francesa. En su obra buscó “corregir las costumbres mediante la risa”. Claro, la gente que asistía a sus obras reía a mandíbula batiente con la burla de los vicios de sus contemporáneos, y también de los propios. ¿Qué aspecto de la vida actual te molesta? ¿Qué te gustaría que cambiara? Una forma de no amargarse con tanta tontera cotidiana es reírse de nuestras leseras y, con buen ánimo, cambiar. Los que no se reían mucho con las comedias de Molière eran los médicos, puestos en el ridículo más evidente en obras tales como “El Enfermo Imaginario” y “El Médico a Palos”. En ese tiempo, la profesión médica no estaba muy avanzada y, por ejemplo, para bajar la fiebre, usaban sanguijuelas o para cualquier mal, que según los doctores no eran otra cosa que el “desequilibrio de los humores”, o líquidos internos, recetaban y procedían a realizar brutales sangrías. Con ese método te sanas o te mueres. A Molière le aterraban los médicos, tanto así que, aún muy enfermo luego de una representación teatral, no llamó a ningún médico. Consecuente hasta el fin, murió.

martes, 27 de septiembre de 2005

El arte de la fortaleza

No escribas bajo el imperio de la emoción.
Déjala morir y evócala luego.
Si entonces eres capaz de revivirla tal cual fue,
has llegado en arte a la mitad del camino.


(Decálogo del Perfecto Cuentista. Horacio Quiroga)


Pocas vidas han sido tan trágicas como la de Horacio Quiroga, tanto que a veces parece una broma del destino. Empezó a escribir a los quince años y vivió toda la bohemia de su país, incluso viajó a París, de donde volvió desilusionado. Perteneció al Consistorio del Gay Saber, un grupo de intelectuales dedicados a la poesía, que tuvo enorme influencia en el desarrollo de las letras en América. Entre las muchas desgracias de Quiroga cabe mencionar sus negocios, múltiples empresas que terminaron en el fracaso. Conoció la pobreza y la vuelta a empezar. Intento esto y lo otro. Amó la selva y el cultivo del cuento por sobre todas las cosas, en esto último se le reconoce como un renovador total de la tradición latinoamericana. Su visión del cuento está expresada con claridad en su Decálogo del Perfecto Cuentista. Sufrió incontables tragedias: su padre muere de un escopetazo accidental; el mismo mató a un amigo cuando estaba manipulando un arma que suponía descargada; víctima de una terrible parálisis, su padrastro se suicida ante él; su esposa también se suicida, angustiada por la opresiva existencia que llevaban en la selva y, finalmente, el también se suicida, años más tarde, al encontrarse aquejado de cáncer. Sin embargo, Quiroga tuvo la fortaleza de convertir su desgracia en arte o, mejor dicho, hizo del arte su fortaleza. Pese a todo, escribió. “Los Cuentos de la Selva” son el mejor ejemplo de un hombre aún optimista, capaz de tener esperanza y de entregar valores compartidos. Distinto al mundo que había entregado años antes en “Cuentos de amor, de locura y de muerte”, donde encontramos una realidad selvática agresiva y letal. La selva aparece con toda su exuberancia y brutalidad, pero también con su maravilla y fascinación. Entre esos dos polos se mueve la creación de Quiroga. Pero lo mejor de este autor es su capacidad de contar una historia con profundo contenido humano, en donde sobresale, otra vez, la fortaleza como valor central, sacar de lo terrible, de una crisis, una enseñanza que te ayuda a vivir. Para Quiroga la selva fue el espacio de curación y refugio de la tragedia, el lugar donde pasó la mayor parte de su vida y a la cual dedicó su mejores obras.

lunes, 26 de septiembre de 2005

El asalto de la poesía


No hay lenguaje más vacío de acción que la poesía. En ella, el acto de habla se suspende por la contemplación, por la representación del emocionar de un hablante ante el mundo, mundo que, en el fondo, es el mismo poeta. La poesía es la plena subjetividad humana vivida en las palabras. El asombro ante el fuego, ante el invierno o el río, la persona que amamos, la angustia, el dolor y el fracaso, la pasión, la risa y la melancolía, toda la infinita diversidad de la experiencia vivencial de los seres humanos se ha conservado, por siglos, en el lenguaje poético. El asalto de la poesía sucede a cada paso para quien tiene el alma despierta a la fascinación.

Gran parte de la identidad de un pueblo se construye desde la invención de los poetas. Nuestra forma de sentir y ver se ha cultivado al calor de ciertos poemas. Unos son melancólicos en el amor, como Neruda. Otros, soñadores y alucinados, como Huidobro. O como De Rokha, volcánicos, farragosos, extremos. Intelectuales conmovidos de metafísica como Lihn. Cotidianos y risueños, con juguetes de alta precisión corrosiva, a lo Nicanor Parra.

Para los alumnos de 8ºA, los profesores del nivel hemos preparado una brevísima antología de poesía universal. De ella les pido las siguientes actividades a realizar para cada uno de los poemas: En cuanto al contenido, ¿desde qué emoción se expresa el hablante? ¿cuál es el tema central? En relación a la forma, buscar ejemplos de seis figuras literarias y cuál es la métrica que predomina en cada uno de los poemas. En relación a la historia literaria, investigar acerca de cada uno de los autores, sus principales datos biográficos, incluyendo el período artístico en el cual escribieron, es decir, averiguar si pertenecen al modernismo, al barroco, al renacimiento u otra época de producción poética.

viernes, 8 de julio de 2005

primera nota

esta es una nota de prueba